Un día como otro cualquiera en Springfield, Homer Simpson salía de su casa para dirigirse hacía su trabajo, la Central Nuclear. De camino decidió hacer una parada en el bar de Moe a quien le pidió una cerveza Duff y una de sus rosquillas favoritas. Al salir del bar encuentra que su coche estaba destrozado, no fue muy difícil saber quien había sido, ya que a unos 10 metros se encontraba un leopardo que también estaba destrozando todos los coches, farolas, tiendas… que se encontraban en la zona. Homer al ver todos los destrozos que estaba causando el leopardo decidió sacar su bolsillo una rosquilla para llamar su atención, el animal no lo dudó en ningún momento se acercó a Homer de una forma mansa y tranquila y como no, se comió la rosquilla que Homer le había ofrecido.
Homer pensó que si llamaba a la policía y le contaba lo que había pasado, se lo llevarían al veterinario o bien le pondrían un tranquilizante y entonces decidió amarrar al leopardo a un pilón mientras que él iba a ver si podía robar un coche para poder irse a su casa con el leopardo. Tras dar vueltas y vueltas por la zona consiguió robar un coche que se encontraba abandonado. Cuando fue a recoger el leopardo, este se encontraba echado donde mismo lo había dejado, Homer lo cogió y lo montó en el coche y de camino a su casa se acordó de que no había ido a trabajar así que dio marcha atrás y se dirigió hacia la Central Nuclear , cuando llegó pensó que el leopardo no se podía quedar en el coche así que lo bajo del coche y se dirigió hacia el despacho del señor Burns, este al verlo aparecer con el leopardo le dijo que no se acercase, Homer le explico lo sucedido y le propuso a el señor Burn que se lo quedara y que seguramente el iba a ser un buen perro guardián. Este acepto la propuesta de Homer pero le dijo que si el leopardo cometía algún destrozo él sería quien iba a pagar por ello.
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